
Hay días cálidos que parecen sombra,
y otros tristes, llenos de calor.
Algunos son fugaces y apenas los percibo,
otros, al contrario, son largos y llenos de color.
Hay momentos que parecen eternos,
mientras ciertos instantes nunca desaparecen.
Controversias constantes entre el aquí y el ahora,
momentos fugaces que se detienen,
situaciones que nos deprimen
y, a veces, nos levantan.
Incertidumbres que revolotean entre instantes,
sueños que se van… y regresan.
Sin salidas seguras,
sin soluciones claras,
solo con la esperanza de que algo puede suceder
en un mundo caótico que nos envuelve,
nos levanta, nos aplasta,
nos manipula,
entreteje lo que somos
y lo que queremos ser.
Pisotean nuestro libre albedrío,
coartan nuestra forma de pensar,
imponen decisiones,
y los límites no se van.
Y así vivimos en una encrucijada
que enreda, que ata, que esclaviza.
Nos detiene sin saber
si actuamos mal o bien,
sin saber si es hoy… o ayer.
Marcha el rebaño,
suena la orquesta,
sigue el hilo
y aprieta la cuerda.